Foto @Mauricioalvarado63
Por: Lizeth-Ramírez
En las últimas semanas la comunidad global ha evidenciado la cultura racista que permea la estructura estadounidense. En el momento que se informó del ataque al Afroestaunidense Jacob Blake y el asesinato de George Floyd a manos de la policía, desde nuestras casas empezamos a observar el crecimiento en redes sociales de las expresiones de rechazo de lo sucedido, así mismo las imágenes de las movilizaciones inmediatas del país.
En contraste, en los países latinoamericanos las agresiones discriminatorias quedan sumergidas en la nimiedad, se vuelven solo un interés exclusivo de la comunidad afectada; situación que se hizo evidente con la poca repercusión internacional que tuvo la masacre de los niños afros en Colombia, pese a que en los últimos días el país ha presenciado varias movilizaciones en repudio de lo sucedido.
Recuperado de Billie Parker Noticias
Si bien los asesinatos a las personas Afroestadounidenses y demás agresiones raciales que suceden en aquel país son deplorables y merecen la condenación nacional e internacional, no hay que ignorar que en América Latina también se violenta a las personas afro, y esos actos merecen el mismo rechazo y viralización, merecen interés en nuestros propios países y en los países hermanos.
Históricamente se ha minimizado el racismo y la discriminación que se vive en América Latina, situaciones como que no haya existido la segregación racial legalizada como en Estados Unidos y en Sudáfrica (El apartheid) y se hayan difundido discursos en los países basados en la aceptación de la diversidad y la multiculturalidad, sirvieron como cortinas de humo que influirían hasta hoy en nuestra respuesta a las agresiones raciales y en la creencia de que aquí no existe el racismo.
A
unque no es frecuente ver un vídeo del momento exacto del asesinato de una persona afro, no quiere decir que en Latinoamérica no se violan nuestros derechos, además de que estamos en riesgo de ser asesinadxs, también se nos excluye de entornos laborales, se nos priva de educación y salud de calidad y hay un total olvido estatal de los lugares que son habitados en su mayoría por comunidades étnicas.
Sería mentira decir que en la diáspora latinoamericana no han existido, ni existen movilizaciones. Después de las luchas por los derechos civiles y el Black Power en Estados Unidos, se empezaron a organizar fuertemente movimientos afrodescendientes que buscaban acabar con las diferentes manifestaciones racistas en sus países y en Latinoamérica, a pesar de que actualmente funcionan organizaciones como: la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas y Caribeñas y la Alianza Estratégica Afrolatinoamericana y Caribeña (Alianza), no es fácil percibir una unión fuerte en la comunidad Afrolatinoamerica, no existe el mismo interés por lo que sucede acá que por los eventos en Estados Unidos.
Aquel falta de sentido de pertenencia, también se ve fuertemente influenciado por la forma en que las personas que dirigen los gobiernos Latinoamericanos insisten en convencernos de que no hay un problema, que los acontecimientos no son tan graves como parecen y se lavan las manos ante su indiscutible abandono estatal. Para las personas que no residen en los lugares del conflicto constante, que no viven la diaria discriminación en sus países, creen en aquellos discursos que venden y ven los problemas como lejanos y de poca importancia.
Debemos entender que en Latinoamérica también se violan nuestros derechos, debemos continuar uniendo nuestras fuerzas, visibilizar nuestras problemáticas y nuestras movilizaciones ante el mundo, mostrar nuestras constantes luchas, seguir trabajando en alternativas para que podamos habitar cada día de forma más digna cada espacio y jamás perder la empatía por los sucesos discriminatorios que viven nuestras hermanas y hermanos afros en nuestro propios países y en los países cercanos.