El tema de la raza en Panamá se ha convertido en una especie de tabú, debido a una interesante combinación de factores. El predominio del análisis económico que prefiere el paradigma de las clases sociales (el cual invisibiliza la inequidad por género y por grupo étnico), sumado a las experiencias históricas y sociólogicas del mestizaje en Panamá, combinado con racismo y asimilación cultural, los cuales dan por resultado una preferencia por no hablar de raza.  Apenas se la menciona, levanta cejas y suspicacias. No son pocos quienes se abalanzan, lanza en ristre, sobre unos cuantos osados, a quienes se les acusa, injustamente a mi modo de ver, de intentar “dividir a la sociedad panameña”.   Otros, sin pudor, se regocijan en una narrativa obsoleta sobre supuesta jerarquía entre las razas, porque imaginan pertencer a una raza “superior” y, cuando se refieren a las razas, lo hacen en voz baja y con códigos de signos de manos.

 

Hoy sabemos ya que en los próximos Censos del 2010 se incorporará la cuestión negra como variable que será objeto de medición.  Concuerdo con la Secretaría Ejecutiva del Consejo Nacional de la Etnia Negra en que la importancia de este hecho radica en que contribuirá a visibilizar a la población afrodescendiente en Panamá; a fortalecer el carácter identitario de los afropanameños; incrementará los índices de apropiación de sus derechos ciudadanos y permitirá obtener datos oficiales para el diseño de políticas públicas para la población negra del país.  Entonces ¿por qué no?  revisemos nuestras creencias, ventilemos nuestros prejuicios y hablemos del tema.

 

Revisemos primero los paradigmas de las ciencias biológicas y sociales que, durante el siglo XX, han experimentado cuestionamientos y avances significativos. En efecto, hasta hace muy poco predominó un consenso entre los académicos respecto a que las categorías raciales habían caído en descrédito como instrumentos analíticos confiables, debido a que se basaron originalmente en la clasificación de poblaciones humanas con base en características del fenotipo (color de piel, forma de ojos, textura de pelo, grosor de labios, etc.). Estos criterios construyeron categorías con clasificaciones imprecisas para agrupar a los humanos, incapaces de incluir a todos los grupos humanos del planeta. Por ejemplo, dejaron por fuera a los nativos de la India, los aborígenes de Australia, los Polinesios, los Amerindios, etc., porque sus características de fenotipo eran mixtas y no calificaban en ninguno de los 3 grupos raciales originalmente identificados: Asiáticos o amarillos, Africanos o negros y Europeos o blancos. También excluyeron a las innumerables mezclas entre los distintos grupos humanos.

 

A pesar de estas limitaciones originales, los estudios raciales se han reactivado y actualizado en las últimas décadas, desde la perspectiva genética, nutriéndose con las investigaciones más recientes del genoma humano. Me refiero a las investigaciones realizadas a partir de los años 80, en universidades tales como las de Berkeley, Pensilvania y Rutgers, principalmente. Estas investigaciones han logrado avances revolucionarios en este campo. Entre las conclusiones más destacadas alcanzadas se pueden mencionar: (1) Que el código genético humano, o genoma, es 99.9% idéntico en todas las personas del mundo. Lo que resta es el ADN, responsable de nuestras diferencias individuales. (2) Que el hombre moderno conocido como Homo Sapiens, especie a la que pertenecemos todos los humanos del mundo, descendemos de una madre común, o “eva mitocondrial”, de origen africano y (3) que la diversidad racial responde principalmente a mutaciones biológicas del Homo Sapiens, ocurridas durante su larga travesía migratoria por todo el planeta Tierra, en respuesta adaptante a los ecosistemas específicos de los nuevos hábitats ocupados, las cuales generaron variaciones genéticas de frecuencia (es decir, raciales) que no afectan estructuralmente al fondo genético común.

 

Por otra parte, los científicos más destacados del mundo durante la década de los años 60 (científicos naturales, sociales, humanistas, etc.) aportaron las conclusiones de sus estudios, las cuales fueron sintetizadas en una Resolución de la UNESCO, sobre los aspectos biológicos de la raza, emitido en 1964. En vista de que su contenido está vigente frente a los nuevos descubrimientos de la genética y la antropología, hasta nuestros días, forman parte de esta disquisición. En efecto, este valioso documento señala que: (4) Los pueblos del mundo tienen igual potencial biológico para alcanzar cualquier nivel de civilización. (5) Las diferencias en los logros deben ser atribuidas solamente a su historia (como el imperialismo, la esclavitud, la colonización, etc.) y experiencia socio cultural (como, por ejemplo, alimentación, acceso a la riqueza, la salud y el poder). (6) En razón de la movilidad de las poblaciones y de factores sociales, el apareamiento entre distintos grupos humanos ha ocasionado una gran diversidad genética entre todas las poblaciones, eliminando la existencia de razas puras en la especie humana, en el sentido de poblaciones genéticamente homogéneas. (7) Las variaciones genéticas raciales no afectan el fondo genético común del Homo Sapiens, por lo cual es errado hablar de superioridad o inferioridad de cualquier raza conocida, desde el punto de vista biológico. (8) La procreación interracial no ocasiona perjuicio alguno a la humanidad, por el contrario, existen evidencias de que fortalece los sistemas inmunológicos contra enfermedades. Sobre este último tema, se suman las investigaciones del genoma humano realizados por el panameño Tomás Arias.

 

Como podemos ver, no hay razones para alarmarnos cuando escuchamos referencias al tema de razas en Panamá, ni en ninguna parte del mundo. Tampoco veo sustento para pensar que las voces que colocan sobre el tapete nacional su condición étnica, a fin de obtener su inclusión social plena, no sean más que la de una pila de “acomplejados”.  Se nos presenta a todos los panameños una excelente oportunidad de hacer del 2010 el año de la inclusión étnica, acercándonos hacia nuestro ideal, el Panamá Crisol de Razas. Sigamos hablando del tema, sin tapujos.

 

*La autora es Doctora en Antropología y Profesora de la Universidad de Panamá.