8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer
Exigimos y defendemos el derecho humano de las mujeres a la salud integral durante todo su ciclo vital.
Hoy conmemoramos un nuevo 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, fecha emblemática instaurada hace más de un siglo, y en cuyo ámbito se han posicionado reclamos históricos: derechos humanos plenos, ciudadanía, igualdad, poder, autonomía y libertades para todas las mujeres, sin discriminación ni exclusión.
La cotidianidad de millones de mujeres y niñas, sin embargo, devela que estas justas e impostergables demandas no están siendo atendidas ni por la sociedad en su conjunto ni por quienes detentan el poder. Tal como ha señalado Rebecca Cook, “las normas internacionales sobre derechos humanos aún no han sido aplicadas en forma efectiva para reparar las enormes desventajas e injusticias que experimentan las mujeres únicamente por el hecho de ser mujeres”, por lo cual podemos afirmar que la mayoría de las sociedades sigue en deuda en estos temas trascendentes.
Esto demuestra, por lo tanto, que las convenciones, tratados y consensos que los países han ratificado y firmado en múltiples foros mundiales no han han tenido resultados concretos en mejorar su condición de vida, su acceso al trabajo digno, a la salud y educación, a la participación social y política, al descanso y la cultura, a una vida exenta de violencia. Es así como no hay correlato entre el sistema jurídico internacional de derechos humanos y la vida de las mujeres a lo largo de su ciclo vital, siendo algunas de ellas objeto de mayores discriminaciones dependiendo del país o región en que habitan, de sus condiciones socioeconómicas, de su edad, de su identidad de género o preferencia sexual, su raza/etnia, su condición de salud, sus creencias religiosas, etc. Muchas variables, por lo tanto, se entrelazan y potencian con la discriminación instalada milenariamente por el patriarcado a partir de su condición de género, hasta constituir una barrera brutal y a veces infranqueable para que millones de mujeres puedan vivir dignamente…
La Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe, en su papel de articulación regional de organizaciones de salud que impulsan, promueven y defienden el derecho de las mujeres a la salud integral y al pleno ejercicio de derechos humanos, en especial sus derechos sexuales y derechos reproductivos, este 8 de Marzo reafirma su profundo compromiso en este ámbito de acción, el que ha ido desarrollando a través de todas sus líneas estratégicas históricas.
Efectivamente, el derecho humano a la salud implica gozar el más óptimo estado de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad o malestar, y en tanto tal, es un bien social que corresponde a cada ser humano, mujer y hombre, sin distinción ni restricciones de ningún tipo.
No obstante, las personas en general, y las mujeres en particular, encontramos hoy grandes dificultades para ejercer el derecho a la salud, derecho que los Estados deben garantizar asegurando las condiciones sociales, económicas y políticas que permitan dicho goce. Y de esta responsabilidad no pueden ni deben eximirse.
Sin embargo, el contexto mundial, signado por modelos de desarrollo neoliberales capitalistas que centran su foco de acción en la brutal acumulación de riquezas en los polos de poder, sobre la base de la explotación, el empobrecimiento y la imposición de violencias y discriminación sobre enormes capas de la población, además de la apropiación de recursos y del deterioro o anulación de las formas de producción locales, sin duda no es el más favorable para el goce de la salud como derecho universal.
Los programas de ajuste estructural impuestos por entidades mundiales han ido minando los sistemas públicos de salud históricos, presionando a los Estados para que abandonen progresivamente su rol social en esta y otras áreas, por ejemplo en la educación y la protección social. Las reformas sectoriales desarrolladas en las últimas décadas no han cumplido así con sus promesas iniciales de garantizar la igualdad en el acceso a la atención de salud, más bien han profundizado las brechas y para las mujeres han instaurado discriminaciones intolerables.
Por otra parte, proliferan los sistemas de salud privatizados que “venden” salud solo a quienes pueden pagarla, transformándola en un producto que se transa en el mercado. Y para quienes continúan siendo usuarias y usuarios del servicio público de salud, la escasez de recursos de todo tipo implica un notorio deterioro en la atención de salud y en la calidad de las prestaciones. De allí que los indicadores sanitarios en las últimas décadas no muestran mejorías sustanciales para las mujeres, en especial para las de menores recursos.
Paralelamente, subsisten en nuestras sociedades obstáculos de índole cultural y religiosa que impiden a las mujeres, en especial a las más jóvenes, el acceso a la información y orientación en salud necesarias para cuidar y fomentar su salud integral. Esto es especialmente notorio en lo que se refiere a la salud sexual y reproductiva, pues en tanto se relaciona a la sexualidad humana, frecuentemente es objeto de represiones, ocultamientos y tabúes. Es así como los fundamentalismos que persisten porfiadamente en el actual contexto mundial, y que se encuentran entronizados en muchos gobiernos y otros sectores influyentes, dirigen así sus discursos hacia el control de los cuerpos, la reproducción y la sexualidad de las mujeres, perpetuando su rol en tanto madres y satanizando cualquier otra opción que ellas adopten fuera de este rol cultural impuesto.
De allí que en el contexto actual las mujeres no hemos logrado a cabalidad:
– El acceso universal, en todas las etapas de vida, a la información y servicios de atención de la salud gratuitos o de bajo costo y de buena calidad,
– El derecho a gozar de una salud integral, y una salud sexual y reproductiva sana,
– El derecho a conocer nuestro cuerpo y cómo funciona,
– El derecho a ejercer una sexualidad sin riesgos ni consecuencias indeseables,
– el derecho a relacionarnos sexualmente con quien deseemos sin ser presionadas ni violentadas, y en el momento que elijamos,
– el derecho a buscar y sentir el placer sin culpas,
– El derecho a decidir el número de hijos e hijas que queremos tener, cuándo tenerlos, o a no tenerlos,
– El derecho a estar bien informadas para regular nuestra fertilidad con métodos eficaces, seguros y asequibles,
– El derecho a recibir una atención de salud de la más alta calidad en la niñez, en la adolescencia, en todos los momentos de nuestra vida sexual y reproductiva y hasta la vejez,
– El derecho a compartir las responsabilidades de la sexualidad y la reproducción con la pareja,
– El derecho a protegernos de infecciones de transmisión sexual, incluido el VIH/SIDA,
– El derecho a protegernos de violencias, abusos o imposiciones sobre nuestros cuerpos,
– El derecho a cuidar y proteger nuestra salud mental, especialmente afectada por nuestras condiciones de vida, de relación de pareja, de trabajo y doble jornada, etc.,
– El derecho a una participación igualitaria de las mujeres en las instancias de decisión en aquellas áreas vinculadas a la salud.
Este 8 de Marzo, como Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe sostenemos una vez más que el derecho humano a la salud es una exigencia y una demanda de nosotras, las mujeres, en tanto ciudadanas. Los gobiernos, en el plano mundial, han asumido compromisos relacionados a la salud integral de las mujeres, especialmente en las Conferencias de El Cairo y Beijing, y han ratificando numerosos instrumentos jurídicos internacionales que salvaguardan el derecho de las personas a gozar del más óptimo estado de salud. Asimismo, en los últimos años, se han dado a conocer relevantes documentos emanados de Naciones Unidas (Informe del Relator Especial sobre el derecho a la salud, Dictámenes del Comité de Derechos Humanos de la ONU, declaraciones de la CIDH en el ámbito interamericano, etc.), que profundizan en esta temática. Todos estos compromisos no pueden quedar en el papel ni en la retórica de los gobiernos y de los políticos de turno.
De ahí la importancia de potenciar nuestra calidad de ciudadanía, nuestra participación política y social para exigir el diseño, la implementación y el seguimiento de políticas públicas que llenen el vacío jurídico legal existente en la mayoría de nuestros países en el ámbito de la salud y los derechos de las mujeres, y para que paralelamente avancemos a los cambios socioculturales necesarios para la construcción de sociedades más felices, más justas, libertarias e igualitarias.
Marzo 2010.