“No basta con escribir un canto revolucionario, para participar en la revolución, hay que hacer esa revolución con el pueblo. Con el pueblo y los cantos vendrán solos y por sí mismos” Sekou Touré.
El Ecuador de ahora, sus autoridades, élites políticas, movimientos sociales y ciudadanos debemos hacer realidad el Sumak Kawsay (el vivir en plenitud, el vivir bien). Y ello es una convocatoria abierta y enormemente responsable con nuestra historia y las nuevas generaciones: implica diálogos reales y no chantajes políticos, acuerdos históricos de largo aliento y no prebendas particulares, desprendimientos individuales para construcciones colectivas, argumentos y propuestas más que consignas.
Asumir la Secretaría de Pueblos y Movimientos Sociales, en un proceso revolucionario, en un cambio de época, demanda mucha imaginación, responsabilidad y trabajo en equipo. Sí, pero también revolucionar el proceso mismo, ubicarlo en la temporalidad del cambio para que se inyecte de nuevas propuestas que afirmen la ciudadanía y hagan más de carne y hueso la revolución. Por ello es importante abrir los diálogos con todos los movimientos sociales que quieran construir su propia historia, que los pueblos y nacionalidades miren hacia el futuro y no solo sean desde el pasado. Y ese diálogo, transparente y frontal, no debe estar ajeno a nuestro programa colectivo, a nuestra hoja de ruta, que es la Constitución de Montecristi. Todo en la Constitución, nada por fuera de ella.
Hoy quiero invitarles a ser parte de este proceso de Participación Ciudadana, de Interculturalidad, de Diálogo Social. Para consolidar una democracia llena de rostros diversos, participativa y cargada de iniciativas ciudadanas que surgen de la Formación Política, del conocimiento de nuestros derechos, de la posibilidad de irrumpir y proponer un país que se proyecta hacia el futuro.
Estamos convencidas y convencidos, señor Presidente, que mientras más movimientos sociales, pueblos y nacionalidades sean la base enraizada de la Revolución Ciudadana las fuerzas oligárquicas y neoliberales perderán toda opción de retorno. Por ello, les propongo generar dinámicas efectivas de participación, para superar nuestros problemas pero también para vigilar los procesos políticos y ser los primeros denunciantes de nuestras fallas, lentitudes o retrocesos. Las veedurías y observatorios ciudadanos tienen y deben ser un mecanismo de vigilancia no solo del gobierno sino de aquellos procesos donde la justicia no responde con agilidad, donde la legislatura no propone salidas, donde los funcionarios-as no cumplen con su rol y su deber, en donde se malgastan los recursos y no se rinde cuentas, no como una simple gestión cumplida, sino como un deber de todos y todas aquellos que respondemos a una ciudadanía expectante y proactiva.
El llamado también lo hacemos para en conjunto, en minga, en apalencamiento, construir el Estado Plurinacional, un estado que ponga en jaque a las viejas estructuras coloniales, que evidencie nuevos símbolos identitarios, que le mueva la cancha a la comodidad de muchos, que le ponga nuevas reglas de juego y de gestión, que nos permita irrumpir y transformar. No hay recetas compañeros y compañeras y por lo mismo, el reto; a experimentar, a preguntar, a debatir, a proponer, a equivocarnos, pero juntos y juntas; gobierno y sociedad civil, e inventar así una democracia intercultural como afirma Boaventura de Souza.
Si parte de nuestras luchas son el combate al racismo y a la discriminación, cómo no continuar con esa tarea, cuando hoy tenemos la voluntad política de un gobierno convencido de la inclusión, de optar por los históricamente excluidos, y no sólo en palabras: Somos el segundo país en América Latina que cuenta con un plan contra el Racismo y la Discriminación, traducido en políticas públicas atraviesan toda nuestra gestión.
No es posible imaginar un socialismo del Siglo XXI sin el acuerdo colectivo de los actores políticos, para garantizar el respeto de todos los derechos, pero también no es viable sin la construcción y participación de los nuevos actores sociales: los grupos juveniles, los rockeros, los artistas populares, las mujeres, los barrios, los deportistas, los ambientalistas, los niños y las niñas, los adolescentes creativos y rebeldes. Con todos ellos y ellas haremos una Secretaría de Pueblos de puertas abiertas. No vengan a nosotros, nosotros iremos a ustedes.
Que nadie piense en una Revolución sino está dispuesto a compartirla y lo digo, precisamente por lo que vive estos días con el hermano pueblo de Haití en donde el racismo estructural, la invasión y la pobreza rebozan en las imágenes presentadas. Por lo tanto, además de la ayuda y solidaridad material, expresemos nuestro apoyo en el proceso de reconstrucción de la dignidad del pueblo, de la identidad, de la organización, de aquellos que fueron la luz para la libertad y abolición de la esclavitud.
Yo les quiero hablar desde mi honda realidad y sensibilidad, desde mi ternura y mi rebeldía: nadie me invitó a hacer la Revolución y nadie me permita renunciar a ella por salir de un cargo o asumir otra tarea. Los revolucionarios no ponen la renuncia a la Revolución. Yo soy afroecuatoriana, revolucionaria y una revolucionaria de los afroecuatorianos.
Y desde esa mi realidad, mi identidad me entiendo con la Revolución Ciudadana, soy su militante activa y su crítica positiva, porque me debo también a mis mujeres negras, que no me van a dejar equivocarme fácilmente: ahí estarán mi madre, mi hija, mi hermana, mi sobrino, mis hermanos y hermanas todos afroecuatorianos, indígenas, montubios. Pero también estarán los amigos, aquellos soñadores y soñadoras con quienes hemos construido un país de colores, de propuestas, de soluciones, de vida digna.
Tenemos un futuro enorme por construir desde este presente complejo y pleno y por ello ratifiquémonos desde las lealtades y los compromisos de una revolución en la que nos sentimos fieles a un proyecto político que nos marca los latidos y nos impulsa a tomar el cielo por asalto.